Entrevista a Roberto Zahler: “Debe haber cambios radicales en previsión, salud, educación y transporte”

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Los “técnicos” que aparecen con demasiada frecuencia en las secciones económicas de la prensa escrita no representan a todos los economistas.

“En marzo de 1990, el primer día de la recuperación de la democracia ya es vicepresidente del Banco Central (BC). En diciembre de 1991 asume como presidente del BC. En la presidencia de Eduardo Frei, con el ministro de Hacienda Eduardo Aninat -espero no te moleste esta alusión, Roberto- empiezan ciertos conflictos por la aplicación del encaje y por la preocupación del Banco Central por la magnitud del déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos. Roberto era fiel partidario de una política efectivamente contra cíclica y veía el encaje como esencial para frenar flujos de ingresos de capital especulativo.

Sin embargo, fue otra la razón que motivó su salida del BC y fue un conflicto con la mayoría de los consejeros del BC respecto de una indemnización que el Banco de Chile, el principal banco de este país, debía realizar al BC por concepto de unas capitalizaciones anticipadas de dividendos, que la Corte Suprema estimó como “un acto arbitrario e ilegal”. Los cálculos de Roberto indicaban que el pago debía ser del orden de los US$ 70 millones y la mayoría de los consejeros fijó la suma solo en US$ 14 millones. Zahler renuncia por estimar que “con esta decisión se lesiona el prestigio y el patrimonio del Banco Central”, gesto notable que -en mi modesta opinión- catapultó a Roberto a la altura de los grandes”.

Esta es parte de la presentación que hizo el economista Osvaldo Rosales del ”profesor Zahler”, en una reciente actividad del Foro para un Desarrollo Justo y Sostenible, del cual ambos son integrantes. Más allá de develar las razones de la renuncia de Zahler al BC –que generó toda clase de “versiones” pues no tuvo una aclaración por parte del BC ni del gobierno -, refleja las razones por las cuales Zahler es ampliamente respetado, a lo que suma su destacada trayectoria profesional.

En esta entrevista Roberto Zahler responde todas las preguntas hechas, pero no todas las que hubiéramos querido hacer, dado el trabajo que hace el reloj.

_ Más de 8 chilenos de afiliados pidieron retirar el 10% de su fondos de pensiones en la primera semana de aplicación de la medida, la que fue muy criticada por el mundo de los economistas. ¿Estima usted que este retiro masivo por parte de los afiliados y las opiniones de los técnicos dan cuenta de realidades encontradas?

_ El tema de los técnicos –técnicos, entre comillas, aclara- responde en medida importante a una concentración de los medios de comunicación y a una historia de privilegiar a aquellos economistas muy vinculados al sector financiero. Los “técnicos” que aparecen con demasiada frecuencia en las secciones económicas de la prensa escrita no representan a todos los economistas

Creo sería muy conveniente que los periodistas preguntaran, y los “técnicos” explicitáramos, nuestros eventuales conflictos de interés al expresarnos sobre temas de políticas públicas, ya sea en términos de instituciones a las que estamos afiliados o empresas con las que trabajamos, y que total o parcialmente, podrían estar financiándonos.

El tema de los técnicos y los populismos, o  los expertos y no los expertos, es una caricatura, pues pareciera que la economía es más científica que las ciencias físicas, lo que es absurdo. Pero aquí hay un aspecto bien de fondo: hay un desafío de las universidades en la formación de los economistas, en la ampliación de su visión pública.

Dicho eso, creo que hubo dos visiones sobre el retiro del 10% los fondos de pensiones. En general, es efectivo que los economistas no encontraban -y ahí me incluyo- que esta fuera la  mejor solución para enfrentar la situación crítica asociada a los efectos, sobre todo laborales, de la pandemia. Pero hubo dos visiones bien distintas, unos que consideraban que esto era simplemente inaceptable, que no era correcto, que era regresivo, que había medidas mejores y, por tanto, eran contrarios a esta política. Y otros -entre los que me incluyo y diría que también se incluye en su mayoría el Foro-, que reconocemos que esto no es lo que los economistas llamamos el primer optimo, o la mejor opción, pero consideramos que la política fiscal fue dejando de lado los mecanismos para haber otorgado un ingreso mínimo más universal, que se podría haber hecho menos burocrático el acceso a los fondos y, además, que prácticamente no se hizo cargo de forma adecuada de enfrentar una coyuntura, que se da una vez cada 100 años, extremadamente dramática. Esto llevó entonces al tema del 10% en que –insisto- hay que hacer los matices del caso, para decir en qué medida uno está en desacuerdo o no. Siendo realista y viendo las opciones disponibles esa fue una buena opción, considerando todas aquellas que no se ejercieron en la magnitud y con la velocidad requeridas por parte del Ministerio de Hacienda.

_ ¿El retiro del 10% de los fondos de pensiones tendrá impacto en aminorar la caída de la economía? ¿De qué magnitud será ese efecto?

_ Sí. Tiene un efecto macroeconómico de corto plazo bien favorable, que se pudo haber hecho por otras vías, pero esas otras vías no estuvieron disponibles. No cabe duda que un monto en tormo a los 10 mil millones de dólares es bien probable que se asigne a gasto de consumo, por lo que debiera tener un impacto macroeconómico bastante fuerte, que estimo en 1,5 hasta 2 puntos del PIB. Nosotros estábamos trabajando con una caída del PIB entre 7% y 7,5% este año y hoy día estamos trabajando con una caída en torno al 5,5% como consecuencia de este efecto importante.

Pero no hay que sacar la conclusión de que hay que sacar otro 10% para aumentar el PIB, pues el tema del 10% tiene efectos laterales significativos en las futuras pensiones. Con esa teoría podríamos decir: saquemos el 100% del fondo y la economía vuela. Pero esa, obviamente, no es la conclusión correcta.

_ En el trimestre abril-junio la tasa de desempleo subió a 12,2% lo que significa  prácticamente un millón de desocupados. A ello hay que agregar las personas que salieron de la fuerza de trabajo, es decir, dejaron de buscar empleo porque no lo encuentran ¿A cuánto asciende el desempleo efectivo?

_ Claramente la tasa de desempleo, que está levemente sobre el 12% según el INE -que es la forma habitual de medición-, no refleja la situación del mercado laboral, por varios motivos. Tenemos una situación que llega a cerca de un millón de personas, que mantienen un contrato de trabajo pero no están recibiendo un ingreso, por tanto su impacto en la economía es mucho y la situación de vida diaria es mucho más frágil de lo que parece. Está la cantidad de gente que ha dejado de buscar trabajo como consecuencia de lo que está ocurriendo. Hay una serie de elementos y al sumarlos todos, se llega a que el número efectivo de personas desempleadas es de  2,5 millones, y que tasa de desempleo, en lugar de ser de 12% es del orden de 30%. Esos son los números con los cuales estamos trabajando, para considerar el impacto verdadero en la economía derivado del tema laboral, como se está dando hoy día en Chile.

_ ¿Cuál es su análisis para el segundo semestre considerando factores como la evolución de la pandemia y la realización del plebiscito?

_ Ciertamente que tenemos incógnitas importantes y uno es el tema sanitario en general, tanto afuera como adentro. Lo que pase en el exterior es bien importante, porque somos una economía muy abierta y, en otras ocasiones, cuando la economía adentro ha tenido problemas, hemos podido recurrir a  la demanda externa por nuestra producción, como sustituta parcial al menos de una inyección de demanda interna. En este caso, en la medida en que hayan rebrotes como aparentemente hay en varios países, se vuelve a más confinamiento, lo que indudablemente no es buena noticia.

Hasta ahora tenemos una buena noticia para Chile que es el caso de China, que aparentemente no está al nivel de EE.UU o de otros países como Australia, que han vuelto al confinamiento. China hoy está representando -en los últimos 12 meses- más de un tercio de las exportaciones chilenas, es decir cerca de un 35%, lo que es muy importante; y no solo cobre y celulosa, sino que crecientemente otras áreas como fruta y alimentos. En la medida que China se recupere con más fuerza en el segundo semestre tenemos un elemento favorable para la economía chilena. A esto debemos agregar que las políticas monetaria y fiscal serán tanto o más expansivas que en el primer semestre, y que el grueso del impacto del retiro del 10% de las AFP se verá reflejado en el gasto también durante el segundo semestre.

Entre los elementos que podríamos llamar desfavorables está el recrudecimiento de la pandemia adentro y afuera. El tema del plebiscito y el tema electoral que tenemos por delante diría que puede contribuir, dependiendo de cómo se ve una mayor incertidumbre, sobre todo en el mundo empresarial. Y el tema de la Araucanía también genera más incertidumbre.

Dicho eso, también me gustaría aprovechar esta oportunidad para plantear que tenemos que acostumbrarnos a vivir con las dosis de incertidumbre que son normales en la vida democrática de los países.

Hoy estamos en una situación de pandemia, muy extrema, muy atípica, que ocurre una vez en un siglo, pero creo que en los últimos 40 o 30 años nos hemos mal acostumbrado en Chile, a que cualquier situación que sea un poquito disruptiva sea considerada una cosa muy terrible. Si tener una constitución que se va a discutir en –espero- una convención constituyente, a partir del plebiscito, no hay ninguna evidencia seria que en otros países eso haya llevado a una caída en la actividad económica, ni nada por el estilo. Creo que se sobredimensiona el efecto de estos cambios de naturaleza política sobre la economía y tenemos que acostumbrarnos a que es parte de la vida; eso sería bien importante, en Chile, incorporarlo a la realidad con la que tenemos que vivir

Inversión pública

_ ¿Qué medidas deben ser implementadas para enfrentar el alto desempleo que ha provocado esta crisis?

_ De nuevo aquí hay dos visiones. Por lo que uno escucha, el gobierno está con una visión orientada a tratar de que sea el sector privado quien empuje el carro y el sector público lo haga de forma muy indirecta. Por qué vías: rebaja tributaria, por un lado, y subsidio al desempleo, por otro.

La otra vía es que el sector público intervenga directamente con mayor gasto público, es decir, más acción directa del sector público y no la expectativa de que, por la vía de los incentivos, el sector privado va a generar más recuperación.

Creo que en esta coyuntura, la acción del Estado es la que va a tener que enfrentar la reactivación con bastante fuerza y que esto vaya generando un mejor ambiente, un menor desempleo, mayores ventas y que el sector privado se sume. Es casi inevitable que esa sea la trayectoria a seguir.

En áreas como infraestructura física y tecnología tenemos debilidades muy importantes, que debemos mejorar. Debido a esta crisis se ha planteado la oportunidad, en otras partes, de repensar la sustentabilidad en la infraestructura, y el tema ambiental.

Para efectos de generar una situación en que el sector privado, que en Chile representa el grueso del gasto y de la inversión, se sume y se sume con fuerza, se requiere ver una actitud más proactiva por parte del sector público, principalmente obras públicas y vivienda, sobre todo en temas de viviendas sociales; mas obviamente en salud, donde se está haciendo, y hay que hacerlo con más fuerza.

También hay que tener en cuenta que en el mercado laboral hay otro desafío, pues el trabajo no presencial no es tan transversal, es decir, el tipo de actividades que naturalmente pueden ser más fácilmente ejecutadas (por teletrabajo) tienen, en la práctica, un carácter bastante regresivo, por lo menos en un país como Chile, donde los sectores de más bajos ingresos no tienen el mismo acceso. Uno ve a las personas en las filas de las AFP que dicen que no tienen internet, o le cortaron internet, por lo tanto se ven físicamente imposibilitados de tener un trabajo por esta vía. Muchos pueden seguir trabajando por la vía telemática, pero evidentemente que eso no es el caso de una buena cantidad de personas, ya sea por menor educación o menores ingresos o, incluso, menores capacidades tecnológicas. Por eso, para que muchas personas se puedan integrar al mercado laboral, la capacitación es un tema muy importante de gasto del sector público.

_ ¿A qué mecanismos se recurre para financiar este mayor gasto fiscal que usted propone: fondos soberanos, deuda pública?

_ En lo estrictamente coyuntural fueron aprobados 12 mil millones de dólares y, todavía, hay un desafío importante para ver cómo, cuándo y en qué se van a gastar. Pero hay mucho, mucho dinero. Y recordemos que antes de aprobar los 12 mil millones se decía que no había espacio fiscal. En el tema de los recursos fiscales también ha habido mitología.

El gobierno va a tener este año un déficit muy grande que es perfectamente financiable y en esta coyuntura hay un tema que no se ha discutido: es el hecho que, en el mediano plazo, el país va a necesitar un nivel y una estructura tributaria muy distinta a la actual. Una mayor carga tributaria debiera ser la forma más permanente de ingresos para financiar gastos permanentes.

Pero en esta coyuntura el gobierno tiene acceso fácil, rápido y de muy bajo costo, a dos mecanismos muy importantes. Uno es el uso de fondos soberanos, que a fines de mayo llegaban a 20 mil millones de dólares, que es una enorme cantidad de dinero. Tanto el FEES como el Fondo de Reserva de Pensiones tenían 10 mil millones de dólares cada uno.

El segundo mecanismo es que el país tiene mucha capacidad de endeudamiento: el gobierno en particular, más que el sector privado, tanto en el exterior como en el interior, puede endeudarse todavía a tasas de interés muy bajas, incluso en Chile (a tasas) negativas en términos reales y a plazos muy largos; entonces, no hay un problema de financiamiento.

Es fundamental considerar, al igual como en el caso del retiro del 10% del fondo de pensiones, el impacto de mediano y largo plazo que tiene este tipo de financiamiento, que por cierto no puede mantenerse a este ritmo en el tiempo. Pero también es evidente que los niveles de deuda externa en Chile, desde los cuales partimos, poco antes de la crisis de Lehman Brothers, eran extraordinariamente bajos, los más bajos de América Latina, de la OCDE y uno de los más bajos del mundo. Me parece insólito que en un país con las necesidades sociales y económicas como el nuestro, se insista en privilegiar los indicadores financieros al extremo de lo que lo hemos hecho.

_ ¿Innecesario privilegiar en las circunstancias actuales?

_ Pero incluso en otras. Muchas veces se dice que en 2008 la deuda pública bruta de Chile era 4% del producto, lo que sumado a los activos que teníamos en el exterior hacía que Chile fuera acreedor neto mundial, por cerca del 20% del producto. Esa es una cuestión insólita, pues corresponde a suponer que no hay ninguna rentabilidad en el país, que compense la extraordinariamente baja rentabilidad que tienen estos fondos en el exterior.

Esta discusión nunca se dio, porque en este país las discusiones en general no se dan muy abiertamente, pues se considera muy terrible abrir estas discusiones. Creo que estamos muy mal acostumbrados, porque desde 2008 a 2019 tuvimos un deterioro –deterioro entre comillas, dice- importante en las finanzas públicas, con un déficit fiscal mayor, porque partíamos de una situación grotescamente anormal, ineficiente, injustificada.

Según el Fondo Monetario Internacional, este año vamos a terminar con una deuda pública por debajo de todos los países de América Latina. Pero, además, están los costos: la última emisión de Tesorería en el mercado interno ha sido a 10 años a tasas de interés negativas en UF. ¿Cómo no va a haber algún gasto del sector público que tenga una tasa levemente positiva? Ya con eso se justifica en términos financieros, porque en términos de crecimiento ojalá fuera mucho más positiva. Pero de lo que no cabe duda es que en la actual coyuntura  no tenemos problema de financiamiento.

¿Volver a los 90?

_ La economía chilena mostró entre 1990-1998 el mayor crecimiento de los últimos 50 años, con un crecimiento promedio de 7,1%, de acuerdo a Ricardo Ffrench-Davis. Usted presidió el Banco Central en buena parte de esa “época de oro”, que dista mucho de lo visto en dictadura, que exhibe un crecimiento de solo 2,9%, o lo que observó desde el año 98 y hasta ahora, siguiendo siempre el análisis de Ffrench-Davis ¿Qué medidas explicaron ese alto crecimiento económico entre 1990 y 1998 que significó también desarrollo para el país?

_ En la transición política de la dictadura a la democracia, en los primeros años del gobierno de Patricio Aylwin, la forma en que se combinaron las política fiscal y la política monetaria fue bastante virtuosa, lo que llevó a que hubiese mucha inversión en Chile en ese período, porque se vio que había un tema de estabilidad, en el sentido que aquí no venía el acabo de mundo como se dijo. Si uno recuerda, lo que se dijo es que si ganaba el No y llegaba un gobierno que no fuera de derecha, entonces se terminaba todo, pero fue exactamente lo contrario: llego mucha inversión y no solo en la minería sino que también en otros sectores donde no llegaban, como la banca o infraestructura.

La inversión extranjera ayudó mucho y fue rápidamente acompañada de inversión nacional. También contribuyó que ese período coincidió más o menos con el quiebre de los socialismos reales en Europa, entonces también hubo fuentes de financiamiento que llegaron a América Latina en forma bastante importante y también nos beneficiamos de eso. Hubo, por tanto, elementos internacionales bien favorables.

Otro elemento fue el diseño de una política económica bien preocupada de una mirada más integral de la situación económica, considerando que veníamos de un momento muy difícil. Hacia fines de la dictadura estábamos en una verdadera explosión de gasto, y eso sí que fue populismo de verdad: la tasa de impuestos a las utilidades era 0%, una cosa insólita, es decir, las utilidades no pagaban impuestos; la economía estaba creciendo muy fuerte, con una inflación cercana a 30%; el Fondo Monetario nos venía a ver para decirnos que en el sector externo había un déficit extraordinariamente grande y hubo que hacer un ajuste muy fuerte a comienzos de los noventa. Y a pesar de eso, luego de un par de años de ajuste, logramos un crecimiento bastante grande.

Creo que la explicación es que hubo la preocupación de mirar todas las áreas más sensibles de la economía y preocuparse por todas ellas. El mercado laboral importaba mucho y se hizo una reforma laboral. Importaba que el tipo de cambio jugara un rol muy importante, por lo que en esa época había banda cambiaria y también nos preocupamos de los excesivos flujos de capitales hacia Chile. Si hubiéramos dejado entrar esa cantidad de recursos hubiéramos tenido una apreciación del peso brutalmente grande. Mucha gente nos decía que eso sería muy bueno, porque esa era la vía para bajar la inflación, pero nos preocupamos de decir que era una vía de muy corto plazo, que generaría un déficit en la cuenta corriente muy grande y teníamos todas las experiencias pasadas de las crisis de balanza de pagos.

Entonces nos preocupamos de mirar integradamente todas las áreas de las economía y tratar de manejar los instrumentos para un objetivo bastante equilibrado: que los salarios reales crecieran, que el empleo creciera, que la cuenta corriente no fuese muy deficitaria, ir bajando gradualmente la inflación, porque nos íbamos a demorar cinco a seis años y fue lo que ocurrió, pues bajó de 25% a 5% aproximadamente hacia mediados de los 90.

No quisimos ir (más acelerados) aunque había una enorme presión de hacer las cosas mucho más rápido. Por ejemplo pusimos condiciones para que las empresas chilenas colocaran bonos y acciones en el exterior, de modo tal que no entrara tanto dinero a la Bolsa en Chile, porque creíamos que se iba a hacer una burbuja de precios.

Nos preocupamos de todos esos elementos y, bueno, introdujimos el encaje, un tema que también fue muy criticado aunque en perspectiva, cuando vemos lo que pasó con la crisis del tequila, creo que fue un manejo, para ese momento, extraordinariamente bien pensado, preocupado y con bastante más grados de “intervención” –entre comillas, dice- en los mercados cambiarios y  de capitales.

Hoy día hablar de ese tipo de cosas para muchos de estos “economistas” -entre comillas, aclara también- que mencionábamos, al principio, es considerado una suerte de anatema y debiéramos volver a entender de que el grueso del manejo completamente libre de un mercado, con las características del chileno, muy concentrado, muy dependiente del exterior, nos lleva a volatilidades y a ineficiencias muy, muy grandes. Creo que debiéramos ser más pragmáticos, menos dogmáticos. Creo que eso es lo que principalmente explica la preocupación que teníamos, también por la pymes. No estoy diciendo que todo se hizo bien, sino que siempre hubo una preocupación, de modo tal de no generar situaciones muy críticas y tratar de llevar una economía bastante equilibrada hacia adelante.

Cuando uno mira con calma los resultados de esa época -sobre todo considerando que las condiciones no eran nada de favorables, ni en el sector externo ni por el ajuste que hubo que hacer-, se llegó a un resultado extraordinariamente bueno.

La cuenta de capitales también se fue abriendo, entonces todas las medidas fueron orientadas hacia darle un mayor rol al mercado, en todas las áreas en que debe jugar un rol importante, pero se fue haciendo con gradualidad, con selectividad, sin apuro y eso fue extraordinariamente (bien evaluado), porque también tuvo mucha credibilidad, tanto en la parte de política fiscal como en la monetaria y también en lo laboral.

Hacia mediados de los 90 se empezó a perder, con el acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, el poder de introducir mayor control al manejo de capitales; creo que no era bueno entregar ese instrumento de política económica. Cuando se mira la conducta de las autoridades económicas de esa época, en que se relajó la preocupación por la cuenta corriente y por el tipo de cambio real, unido a las concesiones en materia de control nacional sobre los movimientos de capitales internacionales, (se observa que) la crisis asiática impactó al país extraordinariamente fuerte, porque ya llevábamos un par de años -ya no estaba en el Banco Central- en que habíamos dejado muy lado este tipo de política cambiaria y de cuenta de capitales a las que hacía referencia.

Partir de lo que hay

_ Osvaldo Rosales, en una columna, recordó que después de la crisis asiática el desempleo subió a 10% y bajarlo a 9,3% tardó seis años. ¿Cuáles son las medidas que requiere hoy Chile para bajar rápidamente el desempleo y, en general, mostrar altas tasas de crecimiento económico que llegue a la mayor cantidad de la población?

_ Lo primero es que tasas de crecimiento del orden de 7% no son realistas hoy día, por varios motivos. Uno, el mundo está creciendo mucho menos y va a crecer bastante menos de lo que observó en esa época. Dos, porque el ingreso per cápita es mucho mayor hoy que en ese período, entonces es mucho más difícil crecer a esos ritmos cuando uno parte de un ingreso per cápita más alto. Pero de ahí a crecer 1 % o 2%, como nos ha ocurrido en los últimos años, es muy poco.

Lo que plantea Osvaldo Rosales es muy serio, porque efectivamente creo que en el mercado laboral tenemos un desafío brutalmente grande, incluso más grande del que tuvimos después de la crisis asiática, porque todo apunta -al ver las encuestas que ha hecho el Banco Central a las empresas y otras encuestas-, a que la naturaleza de esta crisis es muy distinta a las otras que hemos visto. Ahora es bien probable que tengamos un desempleo estructural más grande del que teníamos en esa época, asociado al cambio de tecnologías, de información, a la digitalización, a la robótica, al teletrabajo y, más en general, a la forma en que se va a llevar a cabo el proceso productivo.

El desafío es sumamente grande y no se puede repetir lo que se hizo en esa época. Creo que las políticas de los 90 fueron muy exitosas, pero no se pueden repetir porque hay que adaptarlas a la realidad del momento. A futuro, desde mi perspectiva, este país debe hacer una corrección muy grande respecto de lo que veníamos haciendo en los últimos años, en los cuales se logró avances en muchas áreas, especialmente en reducir la pobreza, pero se descuidó el nocivo efecto de la excesiva concentración del poder en la política y en la economía. 

Creo que, además de la necesidad de enfrentar el cambio en la matriz productiva,  hay cuatro áreas de la economía en los cuales debe haber cambios radicales: previsión, salud, educación y transporte. Hay otros, pero estos son demasiados importantes y debe haber un cambio fundamental en cuanto al rol del Estado.

En los últimos 30 años diría que, en general, el rol del Estado fue muy cercano al rol subsidiario, o cuando se intervino o se reguló, se hizo de muy mala gana, porque era necesario hacerlo, pero no porque había convicción en hacerlo.  Además, especialmente en el tema regulatorio, hubo un grave descuido en separar los roles público y privado, lo que afectó la eficiencia y desprestigió la acción del Estado en este ámbito. 

Se habla mucho de que hay un número importante de universitarios en Chile, pero cuando uno ve la empleabilidad, la frustración, las deudas, la calidad, la situación deja muchísimo que desear. Para qué decir en salud. En previsión, el 70% de las personas afiliadas a las AFP tenía acumulado, a marzo, menos de 10 millones de pesos, lo que es extraordinariamente poco. El 30% tiene más de 10 millones de pesos y solo un 6,3% tenía más de 40 millones de pesos. Estamos viendo una  muy desigual distribución también en los ahorros en las AFP. Mire los colegios: menos del 10% de los estudiantes van a colegios privados particulares, el 90% va a otro tipo de colegio. Menos del 20% va a isapres, el resto va a Fonasa fundamentalmente. La calidad del transporte, la congestión; la calidad de vida es muy importante. Efectivamente, el Estado lo hizo muy mal en estas áreas de servicios públicos, también en temas como el Transantiago, o simplemente no lo hizo y dejó a este manejo a un sector privado excesivamente concentrado.

Es evidente, hace mucho tiempo, pero hoy día con mayor razón, que en esas áreas debe haber un cambio de orientación muy grande. Para eso es necesario pensar  en un mundo más socialdemócrata, con un estado de bienestar parecido al de los países nórdicos, con las consecuencias en el nivel y la estructura tributarios que se requieren. Creo que eso es crucial para tener un país distinto, más inclusivo, que sintamos que todos estamos adentro. Son cambios bien importantes, pero también se deben discutir otros temas, como el derecho al agua, que también es grotesco. Lo único que falta es que el aire sea privado y nos cobren por respirar. Es insólito a lo que se llegó en nuestro país en términos de  exceso de dogmatismo e ideologismo; y la actual Constitución no ha ayudado en absoluto a cambiar eso.

_ ¿Cómo se avanza en estos cambios que usted plantea?

_ Todo eso necesita una decisión más política, con la que todos nos sintamos perteneciendo a un mismo equipo, con una ética compartida, lo que requiere llegar a acuerdos básicos, bien tomados y transparentes. Ahí tenemos un desafío grande, donde el lugar adecuado para enfrentarlo en la mejor forma será en lo que espero sea una nueva Constitución, redactada por una convención constituyente.

En lo económico, hay que cuidar que las distintas visiones que las mayorías políticas puedan ir teniendo a lo largo del tiempo, no se vean entrabadas por visiones dogmáticas que, como ha ocurrido hasta ahora, explícita o implícitamente dominen el diseño constitucional.  

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