La intensidad del debate impidió levantar la mirada y ordenar las prioridades. La reciente Ley de Presupuesto y el acuerdo por la reactivación económica no fueron capaces de mover la aguja para proyectar un país que resguarde su patrimonio natural y ambiental.
En la Ley de Presupuesto no hay ninguna innovación en desarrollo científico, tecnológico ni en medioambiente, y a duras penas se aprobó el presupuesto para las universidades. Por su parte, el acuerdo de reactivación de junio definió un monto de inversión fiscal de 12 mil millones de dólares -en 24 meses- para comenzar un proceso de reactivación con escasas características de sostenibilidad, y pensando en cómo aprobar iniciativas de inversión más rápido, a riesgo de perder calidad en la evaluación ambiental.
Esta reactivación sostenible puede entenderse de diversas maneras: invertir en energías verdes, fortalecer la economía local, apalancar cambios en sectores productivos estratégicos, o moderar los patrones de consumo y producción que presionan la explotación de nuestros recursos naturales. No habrá salvajate de sectores o actividades productivas, sino transformaciones para organizar procesos distintos.
La política fiscal activa ha sido el camino de las grandes potencias. Mientras que la UE implementa su Green Deal, Boris Johnson habla de ‘Revolución Industrial Verde’, China compromete su carbono neutralidad para 2060 y el nuevo gobierno de EE.UU. prepara sus mejores cuadros para reimpulsar sus compromisos climáticos. Chile se ha caracterizado por la timidez de sus señales fiscales y la incapacidad de invertir en sectores estratégicos con mayor presencia del Estado. Debemos aprender de nuestros errores y potenciar las ventajas de las nuevas fuentes de generación de energía, el impulso de la economía circular y que la carbono neutralidad sea una promesa creíble.
Sin embargo, es auspicioso que se encuentren en trámite legislativo nuevos marcos normativos que puedan generar el punto de inflexión. La ley marco de cambio climático, la creación del Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, el diseño del Servicio Nacional Forestal, junto las leyes de eficiencia hídrica y energética, pueden preparar cambios en los sectores productivos con mayores externalidades negativas. Si bien debate legislativo está al debe, es necesario que nuevas políticas públicas iluminen el camino que debemos seguir.
Frente al escenario pos pandemia, es urgente despabilar y tomar nuevas oportunidades para un desarrollo preocupado y ocupado de sus consecuencias. Adaptación y resiliencia serán claves para la nueva etapa que viene. Nunca han estado más alineados que ahora los objetivos del desarrollo sostenible.’No habrá salvajate de sectores o actividades productivas, sino transformaciones para organizar procesos distintos’.
Contenido publicado en La Segunda