Ello quiere decir que mientras persista la pandemia, tendrá poco sentido hablar de “retorno a la normalidad económica”. También quiere decir que las herramientas de la economía se deben poner a disposición del control de la pandemia, justamente para transitar a esa nueva normalidad.
Ha costado que la autoridad entienda que mientras antes se controle la expansión del virus, más temprana y sólida será la recuperación económica. Se deberían haber asignado muchos más recursos a testeos masivos, trazabilidad y confinamiento de casos contagiados y próximos a ellos.
El éxito de esta estrategia conducía a apoyarse preferentemente en la salud primaria y, por ende, en los municipios. Una inyección mucho más maciza de recursos en la salud primaria y en apoyo a los municipios de seguro habría arrojado mejores números sanitarios que los que estamos enfrentando en la actualidad. Los números económicos y laborales también habrían sido mejores. En efecto, con un auxilio oportuno y suficiente de las transferencias de ingreso a las familias – y no a cuenta gotas como ha sido la norma – las cuarentenas habrían sido más efectivas, la caída de la demanda efectiva habría sido menor y el mercado laboral se habría resentido menos. Las cifras indican que el trabajo informal y callejero abarca cerca de un tercio de la fuerza de trabajo, es decir, alrededor de 2,5 millones de personas que, en ausencia de un eficaz apoyo del estado, se vieron obligados a salir a la calle a buscar su sustento cotidiano, reduciendo la eficacia de las cuarentenas.
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