Enero ha resultado “movido” –y a menudo chocante– en lo referente al financiamiento de la Ciencia, la Tecnología, el Conocimiento y la Innovación (Ciencia para abreviar) en Chile. Movido porque hemos visto la escandalosa asignación del mayor fondo (~193 MUSD) de inversión en Ciencia en nuestra historia. También se ha discutido el controvertido convenio entre la Agencia de Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) y la empresa minera Anglo American. Más cercano a mi propio quehacer, hemos permanecido en ascuas respecto de las nuevas condiciones para la investigación en áreas prioritarias (FONDAP), entre ellas cambio climático.
En su intervención en la inauguración del Congreso Futuro 2021, el Presidente de la República decía “Cuando hay tiempos de adversidad los pesimistas se lamentan, los optimistas esperan que las cosas mejoren” y luego, entre los logros de su gestión, resaltaba: “También estamos impulsando la creación del Instituto de Tecnologías Limpias (ITL) en Alianza con las Universidad más prestigiosas del mundo, el que se transformará en el instituto tecnológico más grande del país, con una inversión superior a los US$ 200 millones, financiada en conjunto por CORFO y el Consorcio de Universidades, y cuyos esfuerzos se concentrarán en desarrollar una “minería verde”, de bajas emisiones de CO2, el uso de la energía solar para estos procesos y el desarrollo una industria que agregue valor a nuestro recurso natural litio.” Resulta, Sr. Presidente, que la evaluación externa del proyecto ITL puso primero a un consorcio donde participaban las principales universidades chilenas y, ciertamente, la única universidad extranjera de prestigio. Pero en una decisión injustificable, en CORFO optaron por asignarle el concurso a un consorcio donde participa Associated Universities, Inc. (AUI) y algunas universidades privadas, no exactamente reconocidas por su investigación en energía o minería o tecnología. Por cierto, AUI es, y cito al rector Vivaldi, una corporación norteamericana sin fines de lucro fundada en 1946 para gestionar infraestructura compleja de investigación que sería financiada por el gobierno de Estados Unidos. La misma fue fundada por prestigiosas universidades de EE. UU. pero que no participan ni como mandantes ni como asociadas en el mentado ITL asignado. Si hubiesen sido las universidades prestigiosas estaríamos hablando de yanaconas. Pero ni siquiera se engañaron con cuentas de vidrio, simplemente parecen haber querido (hacernos) creer que AUI era otra cosa. Claro que por casi 200 millones de dólares del erario nacional resulta poco plausible argüir “buena fe”. ¿O el concurso era a dedo porque la plata era “privada” pues provenía de una suerte de compensación negociada entre CORFO y SQM? (Sí, una de las empresas públicas privatizadas, en este caso regalada al ex yerno del dictador Pinochet, Sr. Ponce). No pues, es plata pública y su asignación debe ser transparente, fundada y sujeta al escrutinio público. Pero más importante aún, ¿cómo se puede llegar a la conclusión que universidades sin mayores antecedentes en los temas y asociadas con una oficina de gestión son el equipo que permitirá el despegue tecnológico de Chile en energía limpia y minería más sostenible? Como dirían los gringos en las universidades fundadoras de AUI: really?! Y a la hora de los “quibo”, Sr. Presidente, los 200 millones de dólares no están aterrizando entre quienes saben en Chile y si no se revierte la decisión, no servirán para el necesario desarrollo de Chile.
Tampoco fue muy alegre el convenio entre ANID y Anglo American donde la empresa ponía 3,5 MUSD para financiar investigación de montaña, justamente donde la empresa mantiene actividades. Una empresa, por lo demás, con disputas legales en curso o ya zanjadas en su contra (en la misma zona) y con una evaluación de impacto ambiental en curso. Y, por favor, notar que el problema no es que el sector privado ayude a financiar ciencia u hospitales o viviendas o educación o… El problema es cómo lo hace de manera de asegurar que, en este caso, la ciencia se piense libremente, independientemente, quizás generosamente para Chile y el mundo y no sólo para un ente económico particular. He aquí una idea: pagar sus impuestos y royalties. ¿Será muy peregrino, poco competitivo?
Al parecer, Sr. Presidente, tenemos un problema ideológico. Y no me refiero solamente a eso de izquierdas y derechas. Me refiero a que yo aprecio la ciencia como bien público, de los comunes dirían algunos. Una ciencia al servicio de todes, no de intereses particulares. Una ciencia hecha por todes quienes tengan el talento y puedan formarse. A veces por curiosidad, muchas otras veces con curiosidad que se gatilla porque el tema es prioritario. Por ejemplo, entender la complejidad y la sostenibilidad de nuestra vida en el planeta azul y, especialmente, desde este territorio y su gente. ¿Qué tal si mejor apostamos por Chile?
Contenido publicado en Entrepiso