Aunque optó por no asistir junto a Sebastián Piñera a una gira internacional en enero, el presidente electo, Gabriel Boric, afirmó: “Vamos a darle en el futuro prioridad a la Alianza del Pacífico”, un bloque que suma un PIB de US$ 2,1 billones (millones de millones), representando el 43% de toda la economía regional, y que figura como nuestro sexto socio comercial, con el 5,6% del intercambio total del país.
La definición del futuro mandatario fue similar a la que adoptó rápidamente el gobierno más nuevo del pacto. “Ratificamos el compromiso y la voluntad del gobierno peruano de participar activamente en esta Alianza del Pacífico, que ha sido tan importante en estos últimos 10 años, y a la cual le vemos tanto potencial”, indicó en septiembre el ministro de economía de Perú. “Aquí ganamos todos. La Alianza del Pacífico nos conviene a todos, y hay que empujarla al futuro”, agregó.
Con los otros dos gobiernos del acuerdo, Boric ya tuvo contacto. “Ya he conversado con varios de los presidentes, en particular con (Andrés) Manuel López Obrador de México, con el presidente (Iván) Duque, de Colombia”, relató en el mismo momento que declinó la invitación de Piñera.
Fue así como al mismo tiempo que manifestó desinterés por Prosur, la Alianza del Pacífico se erige como el primer objetivo que Boric declara en su agenda internacional. Osvaldo Rosales, exdirector de la Direcon bajo la administración de Ricardo Lagos, valora esta determinación por considerar que “Prosur es un engendro ideológico de la derecha de América del Sur que no ha recibido ningún reconocimiento a nivel internacional”. Contrariamente, el también exdirector de la división de Comercio Internacional e Integración de la Cepal destaca que “la Alianza del Pacífico es una instancia de integración económica comercial que ha tenido un trabajo bien interesante y responde a necesidades evidentes de integración subregional y, por otra parte, a la urgencia de mejorar el vínculo de América del Sur y Asia Pacífico”.
Rosales señala, además, que “es una excelente vitrina”, ya que cuenta con 59 estados observadores, entre ellos los 27 de la Unión Europea, el Reino Unido y varias economías asiáticas.
Recobrar impulso y crecer
Con todo, el bloque con el cual nuestro intercambio ha crecido a una tasa promedio anual de 5% en las últimas dos décadas, desde antes de la concreción como Alianza, hasta los US$ 6.693 millones en 2020, presenta importantes desafíos. Alejandro Rebolledo, actual decano facultad negocios universidad SEK y ex director de la Direcon (actual Subsecretaria de Relaciones Económicas Internacionales), “la Alianza requiere un reimpulso” y es justamente allí donde radica el primer desafío para Boric y los demás mandatarios de las naciones que la integran, toda las cuales entrarán en una desaceleración económica en 2022, tras el rebote postpandémico del presente ejercicio
Si bien destaca que el bloque fundado en 2011″tuvo un comienzo muy auspicioso, con avances muy importantes e interesantes en materia de integración comercial”, considera que “hace un par de años ha perdido un poco de dinamismo, como consecuencia de situaciones internacionales y liderazgos que ya no estuvieron tan pendientes como al principio”.
Rosales hace una evaluación similar, indicando que la Alianza “está bastante subutilizada, porque francamente con el actual gobierno de Colombia ha primado una postura proteccionista que ha impedido avanzar más rápido, el gobierno de México tampoco se ha comprometido con mucha fuerza en este mecanismo y en Perú conocemos las tribulaciones políticas que se han dado en los últimos dos años, que han dificultado una mayor presencia regional”.
Sin embargo, a su juicio, con los cambios en los escenarios políticos chileno, mexicano, peruano y uno probable en Colombia, “en el segundo semestre de 2022 podría darse que los cuatro países de la Alianza del Pacífico tengan gobiernos progresistas, por supuesto con matices, pero que sin ninguna duda facilitarían una convergencia de políticas para resaltar tanto la cooperación y la integración al interior de esta Alianza así como para proyectarla al Asia Pacífico y la conexión con China”.
El paso siguiente a recobrar nuevos aires estaría en crecer. “Debiera ser un espacio que tuviera una vocación más allá de los cuatro países de la Alianza. Que pudieran, eventualmente, ampliar su membresía”, destaca Rebolledo.
Contenido publicado en La Tercera