Escrito por: Luis Eduardo Escobar y Eugenio Rivera Urrutia
Esta publicación es obtenida de la plataforma: El mercurio Inversionista
La economía sufre momentos turbulentos y las distintas autoridades enfrentan la exigencia de tomar difíciles decisiones. La inflación pudo alcanzar
una cifra entre 0,8 y 1,2% en el mes de agosto recién pasado, lo que llevaría el IPC a una cifra en torno a 14% en 12 meses. El déficit de Cuenta Corriente alcanzó una cifra de -8,5% del PIB en los doce meses que terminaron en junio de este año. Al mismo tiempo, la actividad económica ha venido mostrando claras señales de desaceleración, con una pequeña contracción en el primer trimestre y estancamiento en el segundo. Este escenario, que ya se anunciaba desde mediados del año pasado, agudizado por la invasión rusa a Ucrania, llevó al compromiso de este gobierno de restablecer los equilibrios macroeconómicos.
Con un recorte de gasto de 25% respecto del año 2021 el gobierno busca reducir el déficit fiscal efectivo desde un 8% del PIB en 2021 a una cifra
cercana a cero en el 2022. La decidida política de reducción del gasto fiscal se ha compatibilizado con una activa política de apoyo a las familias y a las PYMES.
La contribución del Banco Central ha sido decisiva para lograr equilibrios macroeconómicos. Ya a mediados del año pasado comenzó a elevar la TPM llevándola en la actualidad a 9,75 %. La reciente intervención en el mercado cambiario permitió detener el debilitamiento del peso, estabilizando tanto este como otros mercados financieros y, al reducir el tipo de cambio, limitar su efecto inflacionario. La devaluación del peso también contribuye a la reducción del consumo privado. Tanto por este efecto como la reducción de las transferencias fiscales y el termino del retiro de fondos de pensiones, el consumo privado se ha desacelerado y se desacelerará aún más en el tercero y cuarto trimestre, así como en 2023.
Se plantea entonces la pregunta si el Banco Central debe elevar la tasa de política monetaria y en que magnitud en su próxima reunión de política monetaria.
La persistencia de la inflación que podría alcanzar en el mes de agosto un 14% tiene que ver con factores externos, como el alza de los combustibles y alimentos, con los efectos de la depreciación del peso, con el exceso de liquidez producto del retiro de fondos de pensiones y el exceso de gasto público en el 2021. Todos ellos en fuerte caída. Si bien el consumo privado creció un 7,7% en el segundo trimestre como efecto del fuerte crecimiento de los servicios (18,3%) y en menor medida del aumento del consumo de bienes no durables (3,4%), el consumo de bienes durables cayó en 13,9%. Estimaciones de Zahler y Compañía indican que el crecimiento del consumo privado en el tercer trimestre será de 0,4%, experimentando una caída de 1,4% en el cuarto. Todo ello confirma que hay una fuerte desaceleración. También la inversión experimentaría
fuertes caídas en los siguientes dos trimestres.
La desaceleración de la actividad económica se confirma al observar el comportamiento de las colocaciones crediticias. La cartera de consumo cayó en julio en 9% (2,6% en términos reales) respecto al mismo mes del año anterior, y las colocaciones en tarjetas y líneas de crédito rotativos se ubican por debajo de los niveles alcanzado antes de la pandemia. Esto se debe a la fuerte alza en las tasas de interés y la caída de salarios reales que han obligado a las familias a restringir su consumo.
En este contexto, la pregunta respecto a las decisiones de política monetaria deberían tomar en consideración las fuertes tendencias recesivas que muestra la economía nacional. También la relevancia de los factores externos en la inflación interna, la probabilidad que el tipo de cambio se mantenga en los niveles actuales, la fuerte contribución de la política fiscal a la reducción de las presiones inflacionarias y naturalmente que la TPM
alcanza un 9,75%, lo que significa que a partir del próximo año la tasa de interés real alcanzará niveles reales positivos.
En esto hay dos elementos que destacar. Primero, que el efecto de los cambios en la TPM tiene un rezago de entre uno y cuatro trimestres y, segundo, que las tasas de interés importan mirando hacia adelante y no hacia atrás. Si estamos de acuerdo en que la economía se contraerá y que eso empujará la inflación a la baja, resulta que una TPM de 9,75% -que genera tasas de interés para el consumo de casi 30% anual- es una tasa sumamente restrictiva, especialmente a medida que caiga la tasa de inflación. De tal modo, es recomendable que el BC no suba la TPM en la próxima reunión de su consejo, o lo haga muy poco, señalando eso sí que las altas tasas de interés se mantendrán si las presiones inflacionarias no dan señales de ceder.