El consenso que el diagnóstico anterior en mayor o menor medida tiene, contrasta con las diferentes propuestas para alcanzarlo. La postura que durante décadas ha ganado la discusión le ha dicho al país que la mejor política económica es la que no desafía las asignaciones de rentas que el mercado propone, aquella que consigue mantener los “precios correctos”. Chile ha seguido bien esta receta. Las ventajas comparativas señaladas por una completa apertura comercial definieron los sectores de especialización que hasta hoy determinan nuestro intercambio comercial: mientras cerca del 50% de las exportaciones corresponden a bienes primarios, menos del 1% son manufacturas de alto contenido tecnológico. Muy parecido a lo que ocurría hace 20 años atrás.
Alice Amsden, una de las más destacadas economistas del desarrollo, dedicó su carrera a estudiar las dinámicas del mismo con particular interés en los países que emergieron en la segunda mitad del siglo XX. Amsden consistentemente argumentó que el principal motor del desarrollo es el aprendizaje generado en las distintas unidades productivas. Apoyar a ese aprendizaje para que resulte en la acumulación del conocimiento que sectores dinámicos necesitan para crecer, constituye el principal desafío de las políticas económicas en los países no desarrollados.
La resistencia a una nueva forma de hacer política económica se mantiene impasible en varios sectores del país, siendo los precios correctos el principal recurso argumental que con naturalidad se cuela en el debate público. Así es como se cuestiona la necesidad de un banco nacional de desarrollo, y la política industrial sigue camuflada en esfuerzos horizontales, al mismo tiempo que el proyecto Dominga avanza en línea con el patrón de especialización que esos mismos precios han definido.
Cambiar lo naturalmente aceptado en la discusión económica es fundamental para diseñar políticas que respondan a los desafíos de desarrollo de Chile, incorporando lo que la evidencia histórica categóricamente nos ha mostrado: los precios correctos no sirven al interés general.