Inflación: las causas y los dolientes

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Aceptemos que la inflación a lo largo del presente año se ubicará cómodamente por arriba del 10%. Aceptemos, también que la inflación tiene un alto componente importado, contra el cual no es posible luchar con las herramientas de la política económica interna.

Escrito por: Sergio Arancibia

Esta publicación fue obtenida en: El Mostrador
Aceptemos, además, que hay un componente de la inflación que tiene que ver con el incremento de la demanda que se ocasionó como consecuencia con las medidas de política económica que se tomaron durante el año 2021.
Aceptemos, como hipótesis de trabajo, que el combate contra la inflación, por lo menos de su componente interno, pasa por reducir la demanda agregada, es decir, básicamente, el consumo y la inversión.
Aceptemos, por último, que aumentar la tasa de política monetaria por parte del Banco Central es una política que puede llevar afectivamente a reducir la demanda.
Todo lo anterior dice relación con las causas de la inflación y con la línea de ataque fundamental para luchar contra dicho flagelo. Pero igualmente importante es analizar las consecuencias, que golpean con diferente rigor, a los diferentes sectores económicos y sociales del país por efectos tanto de la inflación como de las medidas que se tomen para combatirla
Un primer asunto sobre el cual vale la pena detenerse es que el consumo y la inversión pueden variar en proporciones diferentes dentro del país. No es lo mismo reducir mucho el consumo y poco la inversión, que al revés. Las consecuencias económicas y sociales son diferentes, aun cuando estadísticamente la reducción de la demanda sea la misma en ambas situaciones. No es lo mismo incrementar la tasa de interés para los créditos de consumo – tarjetas de crédito- que aumentar la tasa de interés para los créditos hipotecarios encaminados a adquirir una vivienda propia. El efecto sobre la demanda agregada puede ser el mismo, pero los dolientes son distintos. No es lo mismo reducir la alimentación y las becas estudiantiles que reducir lo destinado a pavimentar una autopista en cualquier lugar del país. No es lo mismo reducir el consumo del 10 % más rico de la población, que reducir el consumo del 10 % de los sectores de más bajos ingresos. Para estos últimos la inflación, por un lado, y la contracción económica por otro, son problemas más profundos y más trágicos que para otros sectores de la sociedad, pues los alimentos crecen de precio más rápido que resto de los bienes y servicios de la economía nacional, y eso afecta fuertemente el ingreso real de quienes destinan al consumo de alimentos una parte sustantiva de sus ingresos.
¿Quién puede discriminar entre estos diferentes tipos de afectados o de dolientes? ¿Puede el mercado decidir quién pierde, quien se salva, y quien sale incluso beneficiado con esta alza de los intereses y con la consiguiente contracción económica? ¿O será el sistema bancario y financiero el que termine decidiendo respecto a estas difíciles opciones? Lo más probable es que si descansamos solo en esas instituciones la distribución del ingreso dentro del país se haga cada vez más regresiva. ¿Cómo combatir, entonces, contra la inflación sin hacer recaer el impacto de las medidas sobre los hombros de los más débiles?
El Banco Central parece salvar su responsabilidad, pues su tarea es solo combatir la inflación, pero no entrar al análisis de las consecuencias secundarias de sus medidas, ni en esa distribución de los costos y beneficios.
El gobierno, sin embargo, si no es ni puede ser un mero espectador de lo que sucede en el mercado, tiene que tomar cartas en el asunto. Puede que la inflación sea inevitable, pero la distribución de sus impactos entre los diferentes sectores económicos y sociales del país es una cuestión que se coloca en el centro de la política económica nacional. Y ubicados en ese campo, hay que analizar, sin prejuicios, las herramientas disponibles, aun cuando no sean las más ortodoxas. Medidas tales como la fijación de algunos precios o la subvención a algunos productos de primera necesidad, o las transferencias directas y focalizadas a los sectores más desposeídos de la sociedad son medidas que deben analizarse sin dogmatismos de ninguna naturaleza. Tenemos que ser conscientes y perseverantes en la lucha contra las causas de la inflación pero, al mismo tiempo, activos en la lucha contra las consecuencias que ella tiene sobre los sectores social y económicamente más débiles de la población.

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