Andras Uthoff: Pensiones y evidencia internacional

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Los efectos a largo plazo de la transición de la fecundidad y mortalidad en Chile debieran ayudarnos a comprender el desafío propio de mejorar las pensiones.

Debido al rápido descenso de la fecundidad en los sesenta, la tendencia decreciente que viene observando el número de personas en edad activa por cada una en edad de retiro, es utilizada para cuestionar la viabilidad de un sistema contributivo, gestionado por el reparto. Pero, los descensos de la mortalidad en ese mismo lapso, explican los aumentos en las expectativas de vida a la edad de jubilarse lo que sirve para cuestionar la bondad de la capitalización en cuentas individuales. Dados estos efectos, un sistema contributivo en Chile deberá inevitablemente actualizar sus parámetros (tasa de cotización, edad de jubilación o tasa de reemplazo).

Pero, ¿qué ocurre con la población en edad de trabajar? En las fases más productivas del ciclo de vida activa de un trabajador típico chileno, menos del 60 % de los hombres y menos del 50 % de las mujeres cotiza al sistema. El ingreso imponible medio de los hombres es de $ 934.000 y el de las mujeres de $ 839.000. La mitad de los hombres cotiza por bajo los $ 650.000 y la mitad de las mujeres por bajo los $ 550,000. Los hombres activos cotizan en promedio, el 57,8% de sus años activos, las mujeres el 46,8% del tiempo de su vida activa. La base contributiva del sistema representa un mercado de trabajo precario producto de la baja inversión en educación y un desarrollo productivo excluyente. Los aumentos de la cobertura en educación no han impedido la reproducción de la inequidad en el mercado de trabajo, ya que el acceso a los puestos más productivos es selectivo conforme a méritos basado en la calidad de la educación que difiere por ingreso y relaciones sociales de las familias.

Para promover el acceso asequible a pensiones dignas el nuevo sistema en Chile debe adaptarse al contexto de una sociedad de rápido envejecimiento pero con un mercado precario. Algo sin precedentes en los países más desarrollados, que las propuestas de los candidatos presidenciales citan como referentes.

De las sociedades más desarrolladas podremos aprender de reformas paramétricas para enfrentar el envejecimiento. Pero, el ajuste a las condiciones del mercado de trabajo chileno es una peculiaridad que no podemos resolver mirando otras experiencias. Las fuerzas estructurales que limitan el aumento de la productividad y de las remuneraciones, que hacen funcional a la subsistencia familiar el trabajo no remunerado, y que determinan el rol de las relaciones sociales en la asignación de los puestos de trabajo, deberán identificarse para mitigarlas y promover el acceso asequible a pensiones dignas para todos.

A este complejo desafío se suman dos adicionales también sin precedentes. El de resolver su legitimidad, mediante una mayor participación de los afiliados en su gestión. El de mejorar las pensiones de los actualmente jubilados, mediante la recaudación y los fondos actuales.

Un nuevo sistema, pero con características propias. El que deberemos elaborar mediante el dialogo social y mucha originalidad.

Contenido publicado en Diario Financiero

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